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Qué ver en Tíbet Lhasa

Qué ver en Tíbet

Lhasa

Atracciones turísticas en Lhasa

Lhasa es la capital de la Región Autónoma del Tíbet en China. Recibe los sobrenombres de “La tierra de los dioses” por haber sido el hogar de los Dalai Lama, considerados los dioses vivos de los tibetanos y “La ciudad prohibida”, por su inaccesibilidad durante un tiempo para los turistas extranjeros. Protegida por las montañas del Himalaya, esta remota y encantadora ciudad es un lugar aislado en medio de un inabarcable altiplano en el valle del río Yarlung Tsangpo. Situada a 3656 m de altitud, su paisaje es semi árido y la vegetación se reduce a bosques de sauces, alamedas, campos de cultivo, arbustos y flores en primavera. Tiene inviernos muy fríos y veranos cálidos y goza de cielos azules y de los intensos rayos de sol hasta 3000 horas al año.

La atracción turística por antonomasia de la ciudad y del Tíbet es el archiconocido Palacio de Potala, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Empezó a construirse en el siglo VII cuando el 33º rey guerrero del Tubo Songsten Gampo estableció la capital del reino del Tíbet en Lhasa. Por aquel entonces, recibía el nombre de Palacio del Monte Rojo y tras sufrir tempestades y guerras, e incluso ser abandonado cientos de años tras la caída del reino, en 1648 el 5º Dalai Lama Lobsang Gyantso finalizó su reconstrucción, aunque no fue hasta principios del siglo XX cuando alcanzó sus dimensiones actuales debido a las reformas realizadas por el 13º Dalai Lama. Fue la sede gubernamental y religiosa durante más de 300 años hasta el exilio del último Dalai Lama a India, el número 14, en 1959. Hoy en día funciona como museo y santuario.

El nombre del palacio más alto del mundo proviene del sánscrito y significa “Tierra donde vive el Buda de la compasión”, un lugar hermoso desde el cual domina el mundo y salva a la gente.

Erigido sobre la montaña Hongshan, el complejo arquitectónico, paradigma del arte tibetano, está integrado por el propio palacio, el atrio y el jardín y sus 13 niveles, miden 117 m de altura por 400 m de anchura. Fue construido en piedra y madera y su imponente fachada de estructuras superpuestas y predominantemente blanca, culmina en el Palacio Rojo central, los pabellones del Palacio Blanco y un edificio anexo amarillo que alberga las banderas ceremoniales bordadas. Sus muros de granito se inclinan ligeramente hacia dentro y alcanzan un grosor máximo de 5 m. Las ventanas se presentan paralelas y bordeadas por una franja de laca negra, aumentando su tamaño a medida que ganan en altura. Cada año se pinta el palacio utilizando para ello una mezcla de leche, azúcar, miel, hierbas y cal blanca.

Las 13 principales edificaciones albergan 1000 compartimentos, 10000 capillas o altares y 200000 estatuas y los flamantes tejados de 7 de ellas son de estilo chino y lucen dorados. La decoración de su interior, el cual hay que grabar en la retina porque no se puede fotografiar, es un festival de colores en forma de maderas bellamente esculpidas y policromadas, murales que narran la historia del país, bordados, pergaminos colgados, telas, thangkas y gruesas alfombras de lana de oveja que cubren techos, paredes, pilares y suelos de vestíbulos, corredores, salas, galerías, capillas y santuarios.

El Palacio Blanco incluye los pabellones que miran al este y al oeste del edificio y estaba formado por oficinas, salas de reuniones, de estudio y meditación, una imprenta y las habitaciones privadas durante la temporada de invierno del Dalai Lama y los bonzos o sacerdotes budistas. Destaca la plaza Deyangsha, en la cual el Gran Lama realizaba actividades al aire libre; el Salón Dongyoujiyuanman, donde se celebraba la ceremonia de entronización y otras actividades políticas como la concesión de títulos; y el Pabellón de los Budas, que alberga las estatuas de los lamas y del fundador de la secta amarilla.

El Palacio Rojo, el edificio más sagrado, está completamente dedicado al estudio religioso, a la lectura de sutras y a la oración en las salas, capillas y santuarios donde también se utiliza el color como sello de sus ornamentaciones. El Salón del Oeste está consagrado a la memoria del 5º Dalai Lama y exhibe su trono y 44 columnas con hermosos y elaborados relieves de animales, flores y motivos budistas. El Salón del Sacrificio es el más grande y tiene la puerta más lujosa de todo el complejo, meticulosamente elaborada en oro y bronce y custodiada por dos leones blancos. Aloja 8 estupas funerarias en las que descansan los restos embalsamados del al 13º Dalai Lama. La del es la más espectacular y apreciada. Tiene casi 15 m de altura y está recubierta con 3700 kg de oro, plata, diamantes, corales, turquesas, perlas y ágatas. El tesoro privado del palacio incluye también colecciones de libros, atuendos ceremoniales, brocados, porcelana china, esmaltes cloisonné, gemas únicas, alhajas, y otros objetos religiosos.

La mejores fotografías del Palacio de Potala se consiguen desde la céntrica plaza Barkhor donde está el Templo de Jokhang; desde la gran Plaza de Potala donde está el Monumento a la Liberación Pacífica; desde el mirador de la montaña Yaowang, en la esquina de Beiging Middle Road y desde la parte trasera en el trayecto de la kora, donde está el Parque Zongjiao Lukang, sobre cuyo lago rodeado de árboles, se refleja la silueta invertida del edificio. Cuenta la leyenda que al abrir la zanja para construir el palacio, brotó un manantial de agua cristalina y dulce. Todos creyeron que se trataba de una fuente milagrosa que el rey dragón regaló al palacio, por lo que se convirtió en un lago que le otorgó más belleza si cabe, a la majestuosa construcción. No hay que olvidar que la imagen del palacio bajo la luz de la luna es fantástica e imprescindible de admirar, ya que el edificio goza de una gran iluminación nocturna.

La kora es la peregrinación sagrada que realizan los tibetanos y que consiste en girar alrededor de un templo budista para purificar el karma y limpiar el espíritu, siempre en el sentido de las agujas del reloj. Normalmente se hace una, pero a veces se realizan 3 giros que dibujan círculos concéntricos. El primero en el interior del templo, el segundo alrededor del templo y el tercero bordeando los límites del pueblo.

Todo aquel que ha deseado viajar al Tíbet se ha imaginado frente al Palacio de Potala observándolo con asombro y emoción. Y eso es exactamente lo que provoca, porque en directo no decepciona, al contrario, gana en hermosura y grandiosidad.

En pleno corazón de Lhasa, se encuentra el Monasterio de Jokhang, el templo más importante del budismo tibetano y el primer centro espiritual de peregrinaje. Está considerado Patrimonio de la Humanidad junto al Palacio de Potala y el Norbulingkha. El rey Songtsen Gampo lo mandó construir hacia el año 662 para acoger a la estatua más sagrada del país, la del Buda en posición de loto y con 12 años de edad Jowo Sakyamuni, traída por la princesa china como dote, y que según cuentan, fue bendecida por el propio Siddharta Gautama. De ahí su nombre Jokhang, que significa la “Casa del Buda”.

Una de las narraciones populares que existen acerca de su construcción, explica que el rey lanzó su anillo al aire para determinar el lugar donde alzar el templo y cayó en un lago del que emergió una estupa y que se llenó de tierra transportada por miles de carneros blancos, motivo por el cual la ciudad recibió en un primer momento el nombre de Rasa o “Tierra del carnero”.

Los materiales utilizados en este edificio de 4 plantas fueron el barro y la madera. Se puede apreciar el estilo nepalí e indio en las esculturas, el tibetano en las atalayas, columnas y esculturas talladas en sándalo y la influencia Han en los vistosos tejados cubiertos con azulejos de bronce dorado y adornados con esculturas de animales, bestias y campanas.

La entrada principal tiene una gran rueda de Dharma de 8 aspas que representan los ocho caminos de Buda hacia la iluminación y está flanqueada por dos ciervos para recordar que el sabio dio su primer sermón en un parque donde habitaban estos animales. Frente a ella hay una lápida que simboliza la reconciliación entre el emperador Muzong de la dinastía Tang y el Rey de la Ley de Tubo, en la que se juró el compromiso de no ser enemigos y de no involucrarse en la guerra. Al lado de ella hay un viejo sauce que según cuenta la historia, plantó la princesa Wen Cheng.

En la planta baja, después de atravesar la entrada principal custodiada por las estatuas de los cuatro reyes guardianes, se accede a la sala principal de reuniones, donde hay un patio al aire libre rodeado de coloridos y detallados frescos en las paredes y a la sala principal de oraciones, alrededor de la cual se disponen capillas más pequeñas.

La segunda planta alberga una sala con las esculturas del rey y las princesas, del funcionario Lu Dongzan y del creador del idioma tibetano. En el altar interior hay una estatua de 6 m de alto del Buda de la compasión y otra del Buda del futuro. Desde la terraza se puede disfrutar de unas magníficas vistas del monasterio y su patio, la plaza Barkhor y el Palacio de Potala al fondo.

Contemplar el fervor y la devoción de los miles de peregrinos que lo visitan cada día, es una de las experiencias más asombrosas e increíbles que se pueden vivir en un viaje a Lhasa.

Barkhor es la calle que bordea el Templo Jokhang y está llena de coloridas fachadas tradicionales adornadas con telas y banderas de oración donde hay tiendas de comida, artesanía o textiles y restaurantes. La kora del Jokhang, de 800 m, es el circuito religioso de circunvalación al monasterio que recorren los peregrinos en el sentido de las agujas del reloj. En el camino hay 4 grandes incensarios colocados en cada punto cardinal que son utilizados por los devotos al pasar, los cuales rezan mientras caminan o se postran en el suelo docenas de veces, señalan las 108 cuentas de sus rosarios tibetanos y giran las ruedas de oración del camino y los molinillos que portan en sus manos.

A 1 km al sur del Palacio de Potala está el Palacio Norbulingka construido por el 7º Dalai Lama como residencia de verano. Alberga el viejo y el nuevo edificio, construido éste para el 14º Dalai Lama. Las estancias se mantienen intactas desde su exilio y entre ellas destaca la Sala de audiencias con un impresionante trono de oro y bellos frescos que representan la historia del budismo, una sala de meditación y los dormitorios privados.

El Monasterio de Sera, el segundo más grande del Tíbet, es otro monumento importante que se encuentra en las cercanías de la capital, concretamente a 6 km, y que bien merece una visita sobre todo para presenciar en directo los famosos debates de los monjes en el patio. Llama la atención su excesiva gestualización y vehemencia, alzando la voz y las manos y dando palmas para expresar sus emociones y defender sus argumentos filosóficos sobre las escrituras.

Las paredes del edificio son de piedra revestida de yeso blanco y están adornadas con un ribete rojizo en la parte superior junto a los tejados. Las ventanas, que a medida que ganan en altura aumentan también en largura, están enmarcadas con una franja negra y de sus dinteles cuelgan faldones de tela. La sala de reuniones es la zona más importante del edificio, la cual está llena de exquisitos tangkhas o tapices y alberga una estatua de Jamba de 6 m de altura.

La institución religiosa de Sera está considerada la Universidad del budismo desde que se realiza aquí el examen para obtener el título del máximo grado académico del budismo tibetano.

El Monasterio de Drepung, situado a 8 km de Lhasa a los pies de la montaña Gambo Utse, es uno de los más relevantes. Su nombre significa “montaña de arroz” haciendo referencia al color blanco de sus edificaciones que se asemejan desde lejos a los granos de este cereal.

Fue fundado en 1416 por un discípulo del fundador de la orden monacal Gelugpa y en su época de mayor auge y plenitud, era el más grande del mundo. Poseía 141 haciendas y 540 pastos y llegó a albergar 10000 monjes nada menos. Fue la residencia de los Dalai Lama antes de que el de los líderes espirituales se trasladara al Palacio de Potala.

Actualmente hay unos 700 monjes y 4 escuelas, las cuales se dedican a la enseñanza intensiva de las artes y las ciencias budistas tradicionales como la teología, la metafísica, la filosofía y la geografía.

En 2008 fue cerrado por la protesta violenta que protagonizaron algunos monjes contra el gobierno chino y no se abrió al público hasta el 2013.

Siguiendo su kora, el recorrido nos lleva en primer lugar al Palacio Ganden Phodrang, residencia del , , y 5º Dalai Lama, donde está la Sala Sanga Tratsang y la estatua del 5º Dalai Lama. Posteriormente se llega al patio y al edificio principal Coqen Hall que incluye la cocina y la sala de reuniones Tsokchen, que tiene 180 columnas, thangkas y varias capillas, entre las que destaca la de los Reyes del Tíbet; la Capilla Sakyamuni llena de chortens; la Sala del Maitreya o Buda del Futuro, la imagen más venerada del monasterio y la Capilla Drölma, donde hay tres imágenes de esta deidad y varias colecciones de libros con escrituras muy valoradas. La kora continúa pasando por las capillas de las escuelas Ngahpa, Loseling, Gomang y Deyang, que alberga en su sala principal la imagen de Jampa, la más adorada de esta escuela.

Viajar a Lhasa es una experiencia inolvidable. Un viaje espiritual. Es cierto que se percibe un incipiente progreso en las enormes avenidas de los barrios nuevos construidos por el gobierno de China, pero por suerte, todavía se mantiene el centro antiguo y las costumbres tradicionales de los tibetanos, los cuales llevan el budismo en la sangre. El ambiente es único: monjes entonando con voz grave sus mantras, peregrinos siguiendo las kora con sus malas, cientos de banderas de plegaria moviéndose al compás del viento, olor a incienso y a velas de manteca de yak en los templos... y todo bajo la mística protección de las altas montañas y la atenta mirada de los soldados del ejército chino. Curioso.

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