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Qué ver en Tíbet Campo base Everest

Qué ver en Tíbet

Campo base Everest

Atracciones turísticas en Campo base Everest

La conocida como Carretera de la Amistad, una de las más elevadas del mundo, es una gigantesca obra de ingeniería que une Lhasa con Katmandú a través de 806 km. Aunque está pavimentada, algunas partes carecen de asfalto y presentan baches, por lo que es ideal circular en vehículos todoterreno. Discurre a una altitud media de 4000 m a través de la meseta tibetana hasta llegar al Himalaya, donde zigzaguea entre las montañas para descender bruscamente por el lado contrario de la cordillera hasta llegar a Nepal.

Esta famosa ruta escénica guía el trayecto que une la capital del Tíbet y la cara norte del campo base del Everest, atravesando las localidades de Shigatse, Lhatse, Shegar y Tingri.

A 157 km hacia el suroeste de Shigatse se ubica Lhatse y entre ambas, se encuentra el paso de montaña Tropu La a 4950 m. El paisaje está amenizado por pastos de ganado, plantaciones de colza, ríos, campos de cebada, altas montañas y aldeas. Lhatse es una pequeña ciudad en el valle del río Yarlung Tsangpo situada 4050 m que se reduce básicamente a una sola calle sin asfaltar y una pequeña plaza cerca del centro.

Desde aquí, la Friendship Highway o autovía 318, se desvía a la izquierda hacia Katmandú hasta llegar a su punto más alto, el paso de montaña Gyatso-La a 5248 m, donde hay un hito enorme adornado con cientos de banderas de oración en el que consta una inscripción que indica la entrada al Parque Natural Everest, el cual alberga los campamentos base del Cho Oyu y del Everest y el Monasterio de Rongphu. En este puerto se puede obtener la imagen que aparece en el ticket de entrada, una visión abrumadora del pico más alto del mundo, el Everest o Chomolungma en tibetano, junto a otros cuatro ocho miles, el Makalu, el Lhotse, el Gyachen Kang y el Cho Oyu. Siguiendo el camino y después de descender 1200 m de desnivel hacia un valle infinito surcado por un riachuelo, se llega a Shegar después de haber circulado 150 km desde Lhatse.

La localidad de Shegar, también denominada New Tingri, está a 4300 m de altitud y dominada por las ruinas del “Dzong de cristal”, cuyos muros defensivos serpentean por las laderas empinadas de una montaña que se levanta a los pies de la ciudad. En el monasterio del siglo XII construido más abajo, todavía viven algunos monjes que cantan los mantras y tocan los cuernos y los tambores durante sus rituales budistas.

El recorrido continúa 60 km más allá hasta el pueblo de Tingri, conocido generalmente como Old Tingri, hogar de unos 500 habitantes. Da nombre a una vasta y extensa llanura bordeada por una árida cordillera al norte y por los imponentes picos del Himalaya al sur, con el Everest a la cabeza. En ella se puede descansar la vista sobre el horizonte y observar con nitidez un paisaje agreste, con pueblos y ganado deambulando, que contrasta con el azul del cielo más vibrante que puedas imaginar. Y es que la luz en El Tíbet, es única y los colores se aprecian más puros y radiantes.

Tuvo gran importancia en el pasado como puesto comercial de intercambio de productos entre los sherpas nepalíes y los tibetanos y fue un mítico lugar de salida de las expediciones antiguas de los años 20, aunque hoy en día simplemente se ciñe a ser una parada nocturna de carretera para excursionistas o escaladores. Los restaurantes, hoteles y talleres de reparación de camiones y motos se encuentran concentrados en su casi única calle, la consabida autopista 318.

A 5100 m de altitud y a 200 m del campo base se encuentra el monasterio budista de Rongbuk, el más importante del valle, el centro religioso habitado más alto del mundo y un relevante centro de peregrinación. Fue fundado en el año 1902 por el Lama Rongbuk, el cual comenzó a ayudar a los primeros escaladores que tenían este lugar como parada obligatoria en su camino.

El Chorten o pagoda blanca circular que está enfrente del monasterio contiene un relicario en su interior y una pila de piedras mani, que son rocas planas y pequeños guijarros que se apilan como ofrenda a los espíritus y que llevan talladas una plegaria mantra y unas palabras de devoción. La imagen que se consigue en este mismo punto, con las cumbres nevadas de la cordillera del Himalaya como telón de fondo, es una de las más icónicas y espectaculares del mundo.

Al sur del Monasterio de Rongbuk, una gran piedra señala el “Campo Base del Monte Qomolangma” escrito en tibetano, chino e inglés. Señala los 5200 m de altitud y es el punto máximo al que se permite llegar, a unos 8 km de la base del Everest, de 8848 m.

El campamento base para los turistas está a medio camino del monasterio y el de los escaladores está el pie del glaciar Rongbuk a 5150 m, el más grande de los cientos de ellos formados alrededor del monte Everest.

Llegar a este lugar tan remoto del mundo es una proeza viajera y no solo por el esfuerzo físico necesario para adaptarse a la altitud, sino por la satisfacción del sueño cumplido, porque el que llega hasta aquí no lo hace por casualidad. La sensación de plenitud y serenidad al observarse a uno mismo como un diminuto espectador ante semejantes gigantes de nieve, desencadena una emoción irrepetible que invita a escuchar el silencio y a meditar sobre la esencia del ser como si el tiempo se detuviera. Hay menos oxígeno en los pulmones, pero respirar el aire limpio y puro en ese lugar, es la mejor manera de unirse al milagro de la naturaleza y de estar más cerca del cielo, si cabe.

Los amantes de astroturismo pueden encontrar en estos cielos límpidos un lugar único en el mundo para deleitarse cada noche con una fiesta de estrellas y contemplar cómo bailan sobre la inigualable oscuridad y sobre la “Madre del Universo”, como ellos llaman al imponente Everest. Es un espectáculo sobrecogedor que deja sin palabras hasta al menos entendido en constelaciones y agujeros negros.

Esta hermosa travesía está cargada de significado. Es un canto a la fraternidad que atraviesa ríos, monasterios, montañas, museos, terrenos desérticos y nevados, glaciares y lagos. Es amada por aldeanos, pastores nómadas, monjes, deportistas y viajeros y amenizada por la banda sonora del viento, los mantras y el tintineo de las campanillas de los yaks. Viajar al Campo Base del Everest es una experiencia mágica que nunca se olvida. Un lugar inigualable que regala al que lo pisa el gran tesoro de este país, un careo con la cordillera más importante de la Tierra, un bis a bis con el grandioso monte Qomolangma, un desafío para muchos montañistas en el mundo y un reto provocador para cualquier persona que se precie.

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